6 de Diciembre 2023 por Daniel Jorge

Thomas Thomson, el botánico explorador

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Introducción

El tratado de Amritsar, firmado en 1846 por la Compañía Británica de las Indias Orientales y el rajá Gulab Singh de Jammu tras la Primera Guerra Anglo-sij, estableció el Principado de Jammu y Cachemira bajo la soberanía del Imperio Británico de la India. Gulab Singh y sus herederos disfrutarían de soberanía independiente bajo supervisión británica en todo el «territorio montañoso» que acababa de ser transferido a la Compañía. El caso fue que los propios británicos no deseaban asumir la carga de la responsabilidad de tal vasto, accidentado y a menudo perturbado, trozo del Himalaya; y como en el caso de Nepal, les convenía estratégicamente que siguiera siendo un estado tapón, que aislara a la India de las maquinaciones que las oleadas imperiales de China o Rusia pudieran ocasionar más allá de las montañas.

Sólo quedaba descubrir qué comprendía la zona tapón y hasta dónde llegaba. Para ello se creó una comisión fronteriza encabezada por sir Alexander Cunningham, en la primera intervención oficial británica en el Himalaya occidental. La comisión estaba compuesta por tres hombres, cada uno de ellos especialista en su campo, y a cada uno se le asignó un área aproximadamente del tamaño de las Islas Británicas.

Uno de ellos era Thomas Thomson, botánico. La inclusión de un especialista de este tipo, en lugar tan carente de vegetación como era Ladakh, podría haber parecido una extravagancia. No era un topógrafo, tuvo que pedir prestados un sextante y una brújula, y consiguió que Cunningham le enseñara cómo los utilizaban los topógrafos. Pero Thomson era médico de profesión, químico y mineralogista como su padre, y un observador muy metódico que, incluso cuando fue capturado por los afganos durante la Primera Guerra Anglo-afgana, había perseverado con su catálogo flora afghanica. También desarrolló una afinidad por las montañas, lo que puede explicar por qué le correspondió a Thomson ocuparse del límite norte del nuevo dominio de Gulab Singh.

Este límite septentrional seguía una cadena montañosa paralela al curso superior del Indo, pero que lo sobrepasaba. De sur a norte, desde el Indo hasta la cuenca del Tarim en el otro lado, la barrera montañosa tenía casi 300 kilómetros de profundidad. Además, de este a oeste tenía unos 500 kilómetros de longitud; tras formar las murallas septentrionales de Ladakh y luego Baltistán, la barrera continuaba hasta Gilgit antes de fundirse con el Pamir y el Hindu Kush. Según los términos del tratado de Amritsar, todo este territorio podía reclamarse como parte del Estado de Jammu y Cachemira de Gulab Singh.

Un viaje a través del Himalaya occidental

Thomson fue cayendo en la cuenta de la enormidad de la misión poco a poco. Tras un suave viaje por Spiti hasta Ladakh, en octubre de 1846 se dirigió al valle de Nubra, al norte de Leh. Nubra, el último oasis de cultivo en el calvario que era la ruta del Karakórum de Leh a Yarkanda. Thomson tuvo que dar marcha atrás; octubre era demasiado avanzado para la exploración en altitud. En su lugar, siguió el afluente Shyok del Indo hasta Baltistán. Tuvo que abandonar el plan de continuar río abajo hasta Gilgit para realizar un trabajo de delimitación porque la zona «no estaba en condiciones para la investigación científica», es decir, los nativos dogras y dardos estaban envueltos en un conflicto. Y un tercer plan para invernar en Cachemira no fue mejor; los pasos de montaña ya estaban cubiertos de nieve. No quedaba más remedio que invernar en Baltistán. Thomson regresó a Skardu el día de Navidad y permaneció allí seis semanas.

En febrero de 1847 volvió a intentar llegar a Gilgit, pero descubrió que los combates se habían reanudado. Volvió atrás por enésima vez, remontó el Indo hasta el afluente del Dras y, a través de la nieve que le llegaba hasta la cintura, escapó finalmente hasta Cachemira donde le esparaba la primavera. Es de suponer que el buen doctor estaría harto en este punto. Llevaba seis meses sin ver a un compatriota ni dormir en una cama. Sin embargo, en cuanto tuvo ambas cosas a su alcance, dio media vuelta. Le habían dado permiso para explorar una nueva ruta a Ladakh a través de Zanskar y luego hacer otro intento por el sendero del Karakórum desde Leh a Yarkand.

La nueva ruta a través de Chamba y el río Chenab (Chandrabhaga) era una delicia para los botánicos, pero el camino a través de Zanskar se convirtió en una auténtica desesperación para Thomson: «Nunca antes había visto un territorio tan desolado».

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Confluencia del río Indus con la cordillera de Zanskar. Fotografía: Tiendat Dinh.

Strachey, el otro comisario, estuvo en Leh para darle ánimos. Thomson descansó una semana, pero volvió a partir a mediados de julio. En sus memorias no dice casi nada sobre este tramo del viaje. Seguramente alquilase «ganado», presumiblemente yaks, y conservara su caballo para cruzar los ríos. El Khardung La, el primero de los cinco grandes pasos de la ruta comercial más alta del mundo, le llevó hasta el río Shyok y el valle del Nubra, donde había regresado el año anterior. Allí se aprovisionó con víveres para veinte días y se desvió hacia el noreste por una senda bien anunciada por los esqueletos blanqueados de animales de carga muertos hacía tiempo. El camino era muy empinado. Una cresta de 4.660 metros de altitud, medida por su termómetro de punto de ebullición, ni siquiera tenía nombre, y la vista del camino confirmaba los informes de su extrema dificultad. El único tráfico era el de un grupo de mercaderes que viajaban de Yarkand a Leh. Sus ponis estaban demasiado demacrados para llevar algo más que un poco de grano.

El siguiente paso era el Sasser, que medía 5.364 metros de altitud. Se llegaba a él atravesando glaciares y se descendía a una llanura pedregosa. Mirando hacia atrás, se sorprendió al ver que formaba parte de «una gran cordillera nevada… con una dirección de sureste a noroeste». Thomson escribió:

Muchos picos muy altos se alzaban a intervalos sobre los demás. No podía aventurarme a estimar la altura de los más distantes, pero en aquel momento me sentí plenamente convencido de que un pico muy alto, justo enfrente de mí, y distante… unas diez millas del borde de la llanura, era 6.000 o 7.000 pies más alto que el suelo en el que me encontraba, o al menos 7.315 metros por encima del nivel del mar.

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Valle de Nubra. Fuente: Wikimedia Commons

El 19 de agosto de 1848, Thomson abandonó su tienda de campaña a 5.242 metros de altura, felizmente ajeno a lo que se convertiría no sólo en «el campo de batalla más alto del mundo», sino seguramente en el menos deseable. Ya había dejado atrás su caballo. Ahora, como un alpinista que se acerca a la cumbre, descartó todo lo que no fuera esencial para dar el último empujón hacia el paso del Karakórum.

Pero si el paso debía ser el punto culminante de sus dos años en las montañas, éste no estuvo a la altura de las expectativas. Thomson ya estaba «sufriendo considerablemente por el aire enrarecido», con un dolor de cabeza que aumentaba al menor esfuerzo. La aproximación al paso era poco inspiradora, una suave pendiente de grava sin nieve; donde no crecía ni un liquen y donde los únicos signos de vida eran «un pájaro del tamaño de un gorrión, una brillante mosca carroñera de color metálico y una pequeña mariposa oscura».

Lo más decepcionante de todo es que no había vistas. Ya se había resignado a no ver más allá de las montañas, sino más montañas, pero era difícil abandonar toda esperanza de ver a lo lejos las arenas de Xinjiang y, a través de la bruma, quizá un minarete o un grupo de álamos. En lugar de eso, tras una última escalada de 500 metros por fragmentos sueltos de roca, Thomson recuerda: «Me encontré en la cima del paso del Karakórum, una cresta redondeada que conectaba dos colinas y que se elevaba abruptamente unos 300 metros por encima de mí». Utilizando su termómetro de punto de ebullición, obtuvo una altura de 5.547 metros.

Volviendo por donde había venido, Thomson se detuvo cerca del Sasser para evaluar los glaciares pasados en el ascenso. Sin duda, estaba a poca distancia del glaciar más largo de Himalaya, el Siachen, pero como no estaba preparado para el hielo ni la nieve, no se atrevió a alejarse mucho de tierra firme. Habiendo cumplido su misión, descendería por el valle de Sind hacia Cachemira, sobre la misma ruta que hubiera atravesado en abril de 1848. Finalmente, consiguió llegar a su destino, Lahore, el 16 de diciembre.

Referencia

Western Himalaya and Tibet: A Narrative of a Journey through the Mountains of Northern India during the Years 1847–8 (1852), Thomas Thomson.

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