1 de Agosto 2024 por Daniel Jorge
El viaje de Adolf Nordenskiöld a través del paso del Nordeste
En su primer capítulo de Mi vida como explorador, Sven Hedin cuenta cómo fue testigo de la fenomenal acogida que el viajero sueco Adolf Nordenskiöld disfrutó a su regreso de la temible travesía por el llamado paso del Nordeste, en 1880. «A mí también me gustaría volver a casa de esa manera», sentenció Hedin.
Retrato de Adolf Nordenskiöld. Wikimedia Commons |
Durante siglos, los exploradores soñaron con una ruta marítima septentrional que conectara Europa con Asia: el paso del Nordeste. Este laberinto helado, envuelto en una penumbra perpetua y en una masa de hielo traicionera, se había cobrado innumerables vidas y expediciones a lo largo de la historia. Sin embargo, en 1878, el decidido explorador sueco Adolf Nordenskiöld, se propuso desafiar las probabilidades y conquistar esta mítica vía navegable. Su embarcación, el modesto buque de madera Vega, quedaría grabado en la historia por lograr lo que, hasta entonces, parecía imposible.
El Vega no era un majestuoso buque de guerra, sino un robusto velero de tres mástiles construido en Alemania en 1872. Nordenskiöld, un experimentado geólogo con sed de aventuras, preparó meticulosamente el barco para las duras condiciones del Ártico. El casco se reforzó con tablas de roble adicionales y se añadió una capa de fieltro para aislarlo. El carbón, la principal fuente de combustible, se almacenó cuidadosamente, junto con abundantes provisiones y equipo científico. Pero lo más importante no fue el barco en sí, sino la excepcional tripulación que reunió Nordenskiöld.
S.S. Vega por Jacob Hägg. Wikimedia Commons |
Un variopinto grupo de 25 hombres, mezcla de marineros experimentados, científicos y un médico, se alistó para el peligroso viaje. El teniente Louis Palander, oficial de la marina sueca, sería el primer oficial de Nordenskiöld, responsable de la navegación del barco. También estaban Anton Stuxberg, zoólogo, y el ilustrador Karl Johan Andersson, ambos deseosos de documentar la flora, la fauna y las maravillas geológicas del Ártico. El médico del barco, Ernst Almquist, desempeñaría un papel vital para mantener sana a la tripulación en el duro entorno.
El 4 de julio de 1878, bajo un brillante cielo de verano escandinavo, el Vega zarpó de Karlskrona, Suecia. La noticia de la expedición había cautivado al público y los simpatizantes se agolparon en los muelles para presenciar la histórica partida. La expedición se embarcó en una búsqueda que podría reescribir el curso de la exploración marítima.
El viaje inicial fue relativamente tranquilo. El Vega atravesó el mar del Norte, bordeó la costa noruega y cruzó el mar de Barents. Sin embargo, a medida que se acercaban al imponente archipiélago de Novaya Zemlya, comenzó el verdadero desafío. El hielo, la pesadilla de innumerables exploradores árticos, empezó a aparecer. Nordenskiöld, un maestro de la navegación, maniobró con pericia el Vega a través de estrechos canales de aguas abiertas dentro del hielo. Por primera vez, la tripulación fue testigo del inmenso poder del entorno polar. La vasta y blanca extensión se extendía sin fin, interrumpida por los gruñidos y gemidos de los témpanos de hielo cambiantes.
Los días se convirtieron en semanas y el Vega se enredó cada vez más en el hielo. La amenaza constante de ser aplastados hizo que la tripulación se mantuviera aún más alerta. Desarrollaron un sistema de vigilancia del hielo: los hombres oteaban constantemente el horizonte en busca de pistas o peligros potenciales. El frío constante les calaba hasta los huesos, poniendo a prueba su resistencia. Sin embargo, en medio de la dureza, también fueron testigos de la impresionante belleza natural: el brillo de la aurora boreal en el cielo nocturno.
En septiembre, el Vega quedó firmemente anclado en la banquisa de la costa norte de Siberia. El invierno, la larga noche ártica, descendió sobre ellos. Las temperaturas descendieron a cifras gélidas. El mar, antes vibrante, se transformó en un páramo helado. Fue una época de pruebas para la tripulación. Para combatir el aburrimiento en el buque, Nordenskiöld organizó conferencias científicas, juegos de cartas y representaciones teatrales. El médico se encargó de que la tripulación mantuviera una higiene adecuada y unas rutinas de ejercicio saludables. La camaradería forjada en estos tiempos difíciles se convertiría más tarde en uno de los legados perdurables de la expedición.
Invernada del Vega. Ilustración tomada del libro Viaje ártico del profesor A.E. Nordenskiold (1880) |
Pasaron meses en esta prisión helada. Las tormentas invernales amenazaban con liberar al Vega del hielo, con consecuencias potencialmente desastrosas. Sin embargo, el robusto buque se mantuvo firme, lo que demuestra la previsión con que se construyó. Mientras tanto, la tripulación realizó valiosos estudios científicos. Estudiaron el comportamiento del hielo, la extraña vida que prosperaba en semejante ecosistema y los desafíos únicos de sobrevivir en el invierno ártico.
Llegada al cabo Cheliuskin. Ilustración tomada del libro Viaje ártico del profesor A.E. Nordenskiold (1880) |
Finalmente, en junio de 1879, con el regreso del sol, el hielo empezó a romperse. El Vega se liberó de las gélidas garras que lo sujetaban. Nordenskiöld, aprovechando la oportunidad, continuó su viaje hacia el este. Navegaron por el traicionero delta del Lena, en Siberia, y se encontraron con los chucotos o chukchis locales, una tribu nómada que había adaptado su modo de vida a la dureza del Ártico. La tripulación documentó su cultura y costumbres, aportando significativos conocimientos antropológicos.
En agosto de 1879, tras un viaje arduo, el Vega emergió del estrecho de Bering de manera triunfal, completando la primera navegación del Paso del Nordeste. Los integrantes de la expedición habían logrado lo que innumerables exploradores antes que ellos sólo habían soñado. La noticia de su éxito llegó a Europa, desatando un frenesí de celebraciones. Los hombres del Vega se convirtieron en héroes nacionales en Suecia. El rey Oscar II los recibió personalmente a su regreso a Estocolmo en abril de 1880. Nordenskiöld fue colmado de honores y elogios. Su planificación meticulosa, su liderazgo excepcional y el espíritu inquebrantable de su tripulación habían reescrito la historia.
Ruta de la Expedición Vega. Wikimedia Commons |
Sin embargo, el paso del Nordeste seguiría siendo una ruta poco práctica desde el punto de vista comercial. La naturaleza impredecible del hielo hacía que la navegación regular fuera demasiado arriesgada y costosa. No obstante, el viaje del Vega tuvo una inmensa importancia histórica y científica. Demostró que el Paso del Nordeste era navegable, aunque con enormes dificultades. Los datos científicos recogidos, desde la flora y la fauna del Ártico hasta la meteorología y la geología, proporcionaron una valiosa información sobre esta región hasta entonces inexplorada.
La hazaña de Nordenskiöld y su tripulación fue inmortalizada en sus memorias de viaje con el título Vegas färd kring Asien och Europa (1880), consistente en dos volúmenes. Existe una edición en español creada por la imprenta E. Rubiños, libro que se puede descargar en formato digital desde la página de la Biblioteca Virtual del Patrimonio Bibliográfico. Este artículo se ha basado en susodicha edición.
Por último, aquellos interesados en seguir el rastro de algunos descubrimientos y artefactos traidos de vuelta en su expedición, pueden encontrar en el Museo Etnográfico de Estocolmo (Etnografiska Museet) una exhibición permanente sobre los pueblos siberianos. También hay material asociado en la base de datos de dicho museo, disponible gratis en línea.
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