4 de Diciembre 2024 por Daniel Jorge
Magadán: Última frontera de la memoria histórica siberiana

El extremo oriental de Siberia podría ser reconocido, a toda vista, como uno de los lugares más inhóspitos del planeta. Concretamente, la ciudad de Magadán, en la región de Kolimá, notoria por ser el motor económico de una zona que se alimentaba de la mano de obra proporcionada por el sistema de trabajos forzados (o Gulag), ha seguido un proceso de decadencia progresiva desde la disolución de la URSS en 1991. En este artículo te invito a conocer las impresiones de dos viajeros que visitaron Magadán en décadas distintas, Barry Lewis (1991) y Jacek Hugo-Bader (2010), y que ofrecen una perspectiva sincera y cruda sobre la vida en esta ciudad. Los dos dejaron plasmadas sus vivencias en sendos libros que, a pesar de la distancia cronológica, se complementan a la perfección.
Introducción
La historia de Magadán antes de la llegada de los rusos está profundamente ligada a los pueblos indígenas que habitaban la región de Kolimá, principalmente los chukchis, koriakos, evenki y yukaguires. Estos pueblos eran cazadores, recolectores y pueblos nómadas adaptados a las condiciones extremadamente duras del clima ártico y subártico de Siberia Oriental. Estas culturas indígenas no solo habían aprendido a sobrevivir en un territorio donde las temperaturas pueden llegar a 70 grados bajo cero, sino que habían creado sistemas sociales, espirituales y económicos completamente adaptados a este entorno.
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Familia de un chamán evenki (1907). Wikimedia Commons. |
La llegada de los exploradores y colonos rusos a partir del siglo XVII comenzó un proceso de transformación radical de estos pueblos. La expansión rusa trajo consigo no solo la conquista territorial, sino también enfermedades, cambios en los sistemas tradicionales de caza y recolección, y una progresiva asimilación cultural que modificaría para siempre la vida de estos pueblos originarios. En el contexto específico de Magadán, la llegada de los rusos significó no solo un cambio geopolítico, sino el inicio de una transformación económica que culminaría con el sistema del Gulag, donde muchos de los descendientes de estos pueblos originarios sufrirían también los rigores de los campos de trabajo. Durante el período estalinista, esta zona se convirtió en el corazón de un sistema de campos de trabajo que funcionó como una máquina de destrucción humana. Con el establecimiento de la compañía estatal Dalstrói, la región de Kolimá, de la cual Magadán es parte fundamental, se transformó en un territorio clave para el Estado soviético. En la década de 1930, todo tipo de minas, entre las cuales destacaban las de oro y plata, fueron explotadas por cientos de miles de presos para beneficio del país. Se estima que en Kolimá se extrajo un tercio de la producción de oro mundial en 1937. La geografía misma se convirtió en un mecanismo de control: temperaturas extremas, las tormentas de nieve interminables, los terrenos accidentados que hacen casi imposible la fuga, todo conspiró para crear un sistema de reclusión más efectivo que cualquier muro o alambrada. Magadán no era solo un lugar, era una sentencia. En cualquier caso, el mecanismo de desplazamientos forzados de presos a la zona tuvo como consecuencia el incremento de la población en la región. Después de la amnistía de 1956, muchos presos, que no tenían a donde ir tras décadas en captividad, decidieron quedarse a vivir allí; sobre todo en su centro urbano más importante, la ciudad de Magadán. Se estima que a principios de la década de 1990 vivían en la ciudad cerca de 150.000 personas.
El testimonio de Barry Lewis
En un momento histórico único y efímero, marcado por la política de glasnost de Mijaíl Gorbachov, el fotógrafo Barry Lewis logró capturar un testimonio visual desgarrador de los campos del Gulag en el noreste de Siberia. Su viaje, realizado en 1991 y justo a las puertas del fin de la Unión Soviética, es un testimonio escalofriante de las consecuencias de uno de los períodos más oscuros del país.
Lewis comenzó su travesía en el puerto de Magadán, adentrándose a lo largo de la legendaria «Ruta de los Huesos», carretera de Kolimá, un camino de 2.000 kilómetros que atraviesa un territorio marcado por el dolor y el sufrimiento. Sus fotografías revelan un paisaje donde la historia permanece literalmente congelada: restos de barracones, vallas destrozadas, alambradas oxidadas y una vieja bota rígida sepultada en el permafrost, testigos mudos de un sistema de terror.
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Bota congelada en el campo de trabajos forzados de Butugychag. Barry Lewis. |
El testimonio de las personas que Lewis conoció durante la travesía no es menos lúgubre. Un detalle particularmente irónico es que en muchos casos, los antiguos guardias de los campos, convertidos en pensionistas por aquella época, pasaron a ser vecinos de sus ex-prisioneros. Como sugiere Lewis, los carceleros parecían ser tan prisioneros en Kolimá como los condenados.
De la narración de Lewis destaco la historia de Asir Sandler, un preso condenado a 25 años de prisión (sentencia conmutada de la pena de muerte) por el «crimen» de portar un libro de poemas prohibidos. En prisión, Sandler no podía mantener un diario convencional, así que su solución fue crear un código personal de nudos en un hilo. Cada nudo representaba un momento significativo, un acontecimiento, un fragmento de memoria. Era su archivo secreto, su resistencia silenciosa contra un sistema diseñado para borrar la individualidad. En un mundo donde se le había negado todo derecho, donde su sentencia era arbitraria y su vida parecía carecer de sentido, estos nudos se convirtieron en su último reducto de significado.
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Nudos de Asir Sandler. Barry Lewis. |
La invasión de Ucrania por parte de Rusia en el año 2022 inspiró a Lewis a recuperar del olvido su colección de fotografías de su viaje. El resultado de su iniciativa es el exquisito libro Gulag, un volumen de 128 páginas con 79 fotografías a todo color que hacen verdadero el dicho de una imagen vale más que mil palabras. Las fotografías de Barry Lewis son más que un registro histórico. Son un documento sobre la capacidad de supervivencia humana, sobre cómo las comunidades pueden reconstruirse incluso en los territorios más hostiles. Su trabajo nos recuerda que la historia no son solo fechas y estadísticas, sino las vivencias de personas que sobrevivieron a lo impensable, que encontraron formas de continuar, de reconstruir, de habitar los mismos espacios que fueron testigos de su sufrimiento.
El autoestopista de Kolimá
Dos décadas después del paso de Barry Lewis por Magadán, en 2010, el periodista polaco Jacek Hugo-Bader emprendió su viaje a Kolimá movido por una combinación de impulsos periodísticos y una necesidad de comprender uno de los territorios más traumáticos de la memoria histórica soviética. Su objetivo no era simplemente documentar un paisaje geográfico, sino desenterrar las historias humanas sepultadas bajo la nieve de Siberia, recuperar los testimonios de aquellos que sobrevivieron al sistema más brutal de campos de trabajo forzado de la historia moderna.
Curiosamente, el periplo de Hugo-Bader también comenzó en la ciudad de Magadán. Aunque llegaría a la ciudad en avión en vez de en barco. Del mismo modo que Barry Lewis, el polaco siguió la «Ruta de los Huesos», pero completó toda la extensión de la carretera hasta alcanzar la ciudad de Yakutsk.
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Carretera de Kolimá en otoño. Wikimedia commons. |
Antes de comenzar su viaje en carretera, Hugo-Bader recorrió Magadán con la intención de conocer de cerca a sus habitantes. Gracias a uno de sus primeros interlocultores, el polaco tomó conciencia de lo peligroso de su empresa. Los osos de la región tenían fama de ser feroces en extremo; como reflejaba una historia que hablaba de un hombre que quedó atrapado en su camión tras una avería. Sin poder abandonar la cabina debido a lo extremo del clima, se quedó dentro para pasar la noche. Pero resultó que un oso hambriento dio con el camión en la cuneta, y fue capaz de abrir el techo como si fuera una lata de sardinas, y devorar al pobre hombre allí atrapado.
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Camión abandonado en la carretera de Kolimá. Wikimedia commons. |
El anterior es sólo uno de los muchos testimonios originales que Hugo-Bader recogió en su libro Diarios de Kolimá. Entre sus historias más impactantes se encuentran los relatos de supervivientes del Gulag. Entrevistó a ancianos que habían sobrevivido décadas de trabajos forzados, documentando historias que van desde la brutalidad extrema hasta momentos sorprendentes de resistencia humana. Encontró comunidades enteras de ex prisioneros que, increíblemente, habían decidido permanecer en los mismos territorios donde habían sufrido su cautiverio.
No obstante, el viajero polaco también fue en busca de personas que tomaron la decisión de marcharse a una región tan remota por iniciativa propia. Tal era el caso de Natalya Khayutina, la hija adoptiva del temido jefe del NKVD entre 1936 y 1938, mano artífice en las purgas de 1937, Nikolái Yezhov. Después de una experiencia traumática en un orfanato tras la muerte de sus padres adoptivos, Natalya se marchó a Magadán para intentar llevar una vida normal, sin el peso de ser reconocida como la hija de un personaje tan funesto. Cuando Hugo-Bader la conoció, residía en el pueblo de Olá, a unos 30 kilómetros al este de Magadán.
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Natalya Khuyatina (2015). kolymastory.ru |
Y es así como en su camino hacia Yakutsk, Hugo-Bader recoge la historia vital de decenas de personas cuyo vínculo de unión es la capacidad de supervivencia. Un elemento distintivo de su narrativa es la capacidad para humanizar el sufrimiento, yendo más allá de las frías estadísticas, y dando protagonismo a las historias personales con toda su riqueza emocional. Al contrario que otras narrativas de viaje, Hugo-Bader incluye el diálogo como la base de su texto, permitiendo que las voces de los supervivientes sean el núcleo de la narración.
Magadán no es un punto olvidado por Dios en el mapa. Magadán no es la religión del becerro de oro ni las alambradas de los campos. Magadán es un estado del alma, un llamado del corazón y un amor para toda la vida… Si has logrado comprender Magadán, siempre estará contigo.
Conclusión
Después de la lectura de ambos libros, uno no puede dejar de asombrarse por el estancamiento aparente en esta región del planeta. Mientras Rusia experimentaba una ola de cambios radicales en el ámbito político y social, de algún modo, en Magadán dicho proceso no fue más que una anécdota.
Me llamó poderosamente la atención que ambos autores hicieran hincapié en el sentimiento de hastío de la población. A pesar de la promesa de cambios, la sempiterna corrupción sigue presente en la sociedad de Magadán e influye en los devenires de sus habitantes de forma cotidiana. El humor, tal y como lo podemos conocer en Occidente, quizás sea inexistente en esa región del planeta. Cuando todas las energías se enfocan en la supervivencia, día tras día, semana tras semana; la atención no se detiene para fijarse en lo vacuo.
Referencias
- Gulag, Barry Lewis (2024), Fistful of Books.
- Diarios de Kolimá: En autostop por la Rusia extrema, Jacek Hugo-Bader (2018), La Caja Books.
- Siberia’s “road of bones” and those who survived it (in pictures), The Guardian.
- Blog Kolyma Story.
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